Supongo que al fin y al cabo, la verdad más cruda es que
estamos hechos de nosotros mismos. 100% puro. Sin cortar. Todas aquellas cosas
que nos importan, que dan sentido a este elemento, pueden acercarse y hasta
tocarnos, pero no llegan a sernos. En esas, uno puede coger y largarse con su
sigo mismo y aparecerse de pronto en el otro extremo del mundo y entonces, sólo
le queda precisamente eso: uno.
Los anclajes del equilibrismo vital, ahora están lejos. Las
cuerdas que ataban y ahorcaban están raídas por ardillas y cuervos, y ahí va el
uno, con las botas en el fango caminando minutos, arrastrando hilachos. El
frío, un espectador poco impresionable, se da media vuelta entre sábanas de
hojas húmedas y las noches se suceden.