Ana Blanco, dímelo por favor. Ven aquí, siéntate en mi cama y explícamelo desde el principio, con diagramas, con esquemas, todo con colores primarios. Háblame de Gaddafi, que es malo y mata periodistas y de Obama y la OTAN que son malos y matan civiles, y Troitiño que pasea pensando en cómo es posible que la libertad sea un error, dime aquello de Sergio Ramos con manos de mantequilla y pies de acero, cuéntame todo lo que es importante, lo que hoy es imprescindible y yo te miraré y diré sí pero ¿qué hay de lo mío?
Bajan y suben a Cristo de la cruz, lloran si muere, lloran si llueve, lloran y pagan su dinero y entregan su alma y yo no estoy ahí. Intento reírme de Ted conociendo a vuestra madre, consigo el récord de matar cerdos tirando pájaros, preparo unos datos para una conferencia y no, no estoy ahí. Me meto en la escafandra de Jean-Do, en el Clic de la Claudia de Manara, me meto en la pantalla de un Toshiba con adaptador en una habitación de una casa genérica en Londres y me aparezco sin estar ahí.